Una de las excusas más comunes para no adquirir un seguro es que, supuestamente, sus beneficios no son inmediatos. Se trata, aunque no parezca, de uno de los mitos más recurrentes en el mercado asegurador. Muchas personas prefieren por ello no comprar ningún seguro, pues consideran erróneamente que el provecho será en un largo plazo o que nunca lo aprovecharán.
Los seguros son herramientas que nos permiten reducir el riesgo o algún impacto negativo en nuestras finanzas. Al tratarse de un instrumento de protección financiera, sus beneficios se ven cuando ocurre un siniestro o imprevisto que la póliza incluyó, previamente, dentro de su cobertura.
Esto no significa que los beneficios de los seguros se otorgan a los asegurados únicamente a largo plazo. Uno no sabe a ciencia cierta cuándo tendrá un accidente o cuándo lo necesitará, pues muchas veces se trata de situaciones impredecibles y fortuitas.
Un siniestro puede ocurrir mañana, la siguiente semana, en un mes, un año o en una década. No es posible saber cuándo ocurrirán estas situaciones; no obstante, con la compra de un seguro uno puede estar protegido y reducir su impacto.
Un asegurado, que adquirió un seguro de salud privado durante todo el año y solo se atendió una vez, posiblemente no esté tan satisfecho con los beneficios que recibió y el dinero que pagó.
Sin embargo, nada puede asegurarle al mismo usuario que, en los siguientes meses, él o alguien de su familia no tendrán la necesidad de atenderse en un centro médico en más de una ocasión por un accidente o enfermedad. Y allí verá el beneficio de su seguro, pues estarán protegidos siempre, sin importar si es en el corto, mediano o largo plazo, pues eso dependerá de circunstancias imprevisibles.
No se trata de cuántas veces uno usa el seguro, sino el motivo por el cual lo compras: protegerte, proteger a tus seres queridos y/o al patrimonio que tanto te costó construir.
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