Eduardo Morón
Presidente de la Asociación Peruana de Empresas de Seguros, APESEG
Debo admitir que cuando me invitaron a dar una charla en El Salvador dudé en aceptar porque no me terminaba de creer las noticias del éxito en el control del crimen organizado y el impresionante vuelco en los datos sobre homicidios. El Salvador pasó de ser el país con más homicidios al año a ser el que menos muertes violentas tiene. Pensaba que, si bien podía haber avances, esto era parte de la propaganda de un régimen necesitado de legitimación nacional e internacional.
En esta corta visita no solo los grandes empresarios se rinden ante la evidencia, sino que uno lo escucha del guardia de seguridad del hotel quien perdió a su hermano en estos años aciagos y que me cuenta que antes la gente se refugiaba en sus casas apenas se ocultaba el sol y que para el movilizarse en turnos de noche era una aventura casi suicida. Hoy las calles están otra vez tomadas, pero ya no de la angustia y el terror de la posibilidad de cruzarse con las mafias despiadadas y salvajes, ahora la calle está tomada por familias que se movilizan con tranquilidad soportando el intenso tránsito en la ciudad.
El chofer del taxi camino al aeropuerto recuerda cómo era imposible entrar a ciertas zonas de la ciudad. La propia Superintendencia de Banca y Seguros tuvo que mudarse porque estaban demasiado expuestos a barrios tomados por las bandas criminales.
Los precios de las viviendas se han disparado porque en este país donde 6 millones viven, pero hay otros 3 millones en la diáspora, empieza a tener sentido no sólo regresar a la patria sino invertir en ella.
El gobierno tiene muchos retos por delante asociados al control de la violencia. Imagínese que han puesto en prisión a 80 mil personas ligadas a las bandas criminales. Piensen que cada uno de ellos era quien mantenía entre 4-5 dependientes. Hay cerca de 400 mil personas que de la noche a la mañana perdieron su “fuente de ingresos”. Ellos están forzados a reinventarse. Sus expectativas no son las mejores, pero es parte del precio del control total del accionar de los criminales.
El país está empezando a atraer inversiones de todo tipo. El turismo ha renacido. Recordemos que El Salvador se caracteriza por el enorme flujo de remesas (25 por ciento de su PBI) que reciben las familias de la diáspora. Esos recursos ahora financian proyectos inmobiliarios, empresas de todo tipo. El Salvador ha vuelto a encontrar sus mercados de largo plazo, la gran mayoría de la población está convencida que este activo que han recuperado, la paz y tranquilidad de circular no debería perderse jamás. Más allá de que el presidente Bukele se quede unos años más o no. Este es un no negociable de cara a los políticos. Los salvadoreños son conscientes de lo costoso que es perder este activo, deberíamos aprender de quienes han combatido con decisión, firmeza y estrategia al crimen organizado. Por lo que me cuentan los presidentes previos prefirieron hacer como hacían algo, pero en realidad no hacían nada, pactar como si fuesen a respetar acuerdos de moderación que nunca se cumplieron o implorar para que recapaciten. Todas estas estrategias fueron fracasos clamorosos en la búsqueda de una paz sostenida que permita vivir, construir un futuro. Curioso sentir envidia hoy como peruano, pero escuchando cada relato de cómo era sobrevivir a la violencia y cómo ahora es vivir en paz es imposible no sentir envidia.
Fuente: Infobae
