Eduardo Morón
Presidente de la Asociación Peruana de Empresas de Seguros, APESEG
Asumamos que soy, lo que la mayoría llama, un empresario informal. Antes que me lo preguntes, te diré sin rodeos que reconozco que soy informal, pero no solo porque me conviene. Vayamos a los detalles.
En primer lugar, me conviene porque como dueño de la empresa produzco más utilidades operando de esa manera, en lugar de operar ciento por ciento en la formalidad.
Como líder de una gran, mediana, pequeña o microempresa, cada día uno debe definir el nivel de formalidad que quiere asumir con los beneficios y costos que esas decisiones pueden traer.
En ese sentido, mi nivel de formalidad no está definido por una única decisión. Por el contrario, son múltiples decisiones asociadas a qué porcentaje de las normas tributarias, laborales y municipales decido cumplir con mayor o menor intensidad.
Por ejemplo, puedo escoger reportar todas mis ventas, o solo algunas, con factura. Puedo escoger registrar formalmente los contratos de trabajo de todos mis trabajadores o solo algunos de ellos. Inclusive, habiendo cumplido con tener contratos formales de trabajo, puedo elegir subregistrar parte de sus remuneraciones o no contratar los seguros obligatorios que la ley manda dentro del esquema de protección social.
En resumen, en la vida real, la formalidad o la informalidad no son una cuestión de blanco y negro sino una amplia variedad de grises donde en efecto existen empresas que optan por estar en los extremos, pero donde la gran mayoría está en el medio.
Pero regresemos a la cuestión original: hemos dicho que a los empresarios informales les conviene económicamente estar en la informalidad. En economía siempre andamos mirando costos y beneficios de cada decisión.
Los costos de la informalidad no solo se limitan a las potenciales multas que pueden ser impuestas por la autoridad relevante, sino que también pueden alejar al talento humano que desconfíe de una empresa que no le importe tomar atajos. Puede también encarecer su acceso a crédito, porque al ocultar una parte de su operación se pierde la oportunidad de ser atractivo a las entidades financieras y acceder a un mayor financiamiento.
Otro de los costos potenciales está asociado a lo que implica vivir en la formalidad donde se requiere incurrir en una serie de costos que al informal no le importa cumplir. Pasar una inspección cada dos años de la municipalidad para renovar la autorización para operar implica cumplir un estándar de regulaciones que no son baratas. No hablo de tener un botiquín de remedios, sino a cumplir a tiempo con la SUNAT, atender las posibles fiscalizaciones de SUNAFIL, contar con aspersores contra incendios o extinguidores, planos en regla, todo señalizado y seguro que me quedo corto.
La regulación tributaria y laboral está escrita de una manera que hace que un empresario piense dos veces antes de seguir creciendo sin preocuparse de lo que dicen las normas. Por ejemplo, estaré obligado a distribuir utilidades si mi número de trabajadores pasa el límite de 50, o deberé tener un lactario dentro de las instalaciones si tengo un determinado número de trabajadoras en edad fértil. Y del lado tributario también hay este tipo de saltos y claramente el salto al régimen general es el más oneroso. Es claro que, si le preguntas a algunos dueños, ellos prefieren quedarse como están.
Sin embargo, si les preguntas a los trabajadores, muchos elegirán tener empleos formales por los beneficios laborales. Es muy diferente la trayectoria de ingresos de un empleado formal versus uno informal. El que empieza en la informalidad se queda ganando casi siempre lo mismo. El que empieza en la formalidad tiende a ver sus ingresos crecer sostenidamente.
La solución es romper el miedo a avanzar, y dar mayor flexibilidad para crecer en la formalidad cuando las cosas van bien y para ajustarse cuando van mal. Necesitamos hacer más atractiva a la formalización y que eso les ayude a resistir los golpes que vendrán en el camino del crecimiento. Esa debería ser la discusión principal, no la improductiva discusión sobre el salario mínimo, que aleja principalmente a las mypes de la formalidad.
Fuente: Diario Gestión